Este verano participé en un Erasmus en Alemania durante dos meses en un
pueblo situado en el sur llamado Freudenstadt. Fue una experiencia increíble y llena de aprendizajes.
Estar en un lugar donde todo es diferente ayuda ser más independiente
porque, aunque al principio es bastante difícil acostumbrarse a otro idioma,
costumbres, horarios, etc., uno necesita y acaba consiguiendo adaptarse a las
circunstancias.
Casi todo lo relacionado con la educación allí era muy diferente a lo que
estaba acostumbrada. Las instalaciones, por ejemplo, eran mucho más amplias,
alegres e interactivas en el instituto alemán. La forma de enseñar era más
participativa, se lo tomaban todo con más calma y los profesores eran más
empáticos con el alumnado y animaban a participar y pensar por nosotros mismos.
Convivir con una familia de otro país fue una de las mejores partes.
Aprendí mucho sobre sus costumbres y tradiciones, lo que me ayudó a ser más
abierta y respetuosa con las diferencias. También me enseñaron muchos lugares
de Alemania, como el castillo Hohenzollern, Stuttgart o partes de la Selva
Negra.
Allí también conocí a muchas personas que, aunque tuvieran una educación
diferente a la mía, algunos de ellos se acabaron convirtieron en buenos amigos.
Por último, mejoré mucho mi alemán, ya que era necesario para
poder comunicarme en el día a día con la familia, profesores y algunos
compañeros de clase.
En resumen, mi experiencia Erasmus en Alemania fue una oportunidad única
que me ayudó a crecer, a aprender cosas nuevas y prosperar en el idioma. Sin
duda, es algo que recordaré siempre y que recomiendo si se tiene la
oportunidad.